El daño que viene de La Haya

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- Por Richard Stallman , Junio 2001-

Los europeos se han opuesto de manera enérgica al intento de introducir patentes de software en Europa, y lo han frustrado. Se ha propuesto un tratado, aún en fase de negociación, que amenaza con someter a los desarrolladores de software de Europa y de otros países a las patentes de software de los Estados Unidos, y a otras leyes perjudiciales del resto del mundo. El problema no sólo se les plantea a los programadores, los autores de cualquier tipo se enfrentarán también a nuevos peligros. Incluso las leyes de censura de varios países podrían tener un efecto global.

En realidad, el tratado de La Haya no se refiere específicamente a patentes, a derechos de autor o a censura, pero afecta a todos ellos. Es un tratado sobre jurisdicción, sobre cómo un país debe tratar las sentencias judiciales de otros países. La idea básica es bastante razonable: si alguien choca con su coche en Francia o incumple un contrato con su compañía francesa, usted puede demandarle en Francia y luego hacer que se cumpla la sentencia por orden de los juzgados del país en el que viva el demandado (o en el que tenga sus activos).

El tratado se convierte en un problema cuando se aplica a la distribución de información, porque hoy día la información viaja con normalidad a todos los países (por ejemplo, pero no sólo, mediante Internet). La consecuencia es que usted podrás ser demandado por la información que haya distribuido utilizando las leyes de *cualquier* país que firme el tratado de La Haya y la sentencia se aplicaría probablemente en su propio país.

Por ejemplo, si usted publica un paquete de software (libre o no) en Alemania y hay gente que lo utiliza en los EE.UU., podría ser demandado por infringir alguna patente de software absurda de los EE.UU. Esto no es fruto de La Haya, podría ocurrir ahora. Pero hoy día podría ignorar la sentencia de los EE.UU. estando a salvo en Alemania y el dueño de la patente lo sabe. Bajo el tratado de La Haya se puede requerir a cualquier juzgado alemán para que le aplique la sentencia estadounidense. De hecho, las patentes de software de cualquier país firmante del tratado se aplicarían entodos los países firmantes del mismo. No basta con evitar las implantación de las patentes de software en Europa si las patentes de software estadounidenses, japonesas o egipcias te pueden alcanzar de esta forma.

Pero la legislación sobre patentes no es el único área de la legislación que puede causar problemas si se mundializa mediante el tratado de La Haya. Supongamos que usted publica unas declaraciones criticando a un personaje público. Si llegan copias de sus declaraciones al Reino Unido, ese personaje público podría demandarle amparándose en la estricta legislación antilibelo del Reino Unido. Puede que las leyes de tu país garanticen el derecho a criticar a personajes públicos, pero bajo el tratado de La Haya ya no es seguro que le protejan.

O supongamos que usted publica una comparativa de sus precios con los de la competencia. Si la leen en Alemania, donde es ilegal la publicidad en la que se comparan productos, podría ser demandado en Alemania y la sentencia le sería aplicada allá donde estuviese. (Nota: me han dicho que esta ley podría haber sido modificada en Alemania, pero la idea general sigue siento válida: cualquier país podría tener una ley así, y puede que algunos otros países europeos todavía la tengan).

O supongamos que publica una parodia. Si la leen en Corea le podrían demandar allí, ya que Corea no tiene reconocido el derecho a parodiar a la gente. (Después de la publicación de este artículo, el Tribunal Supremo de Corea ha reconocido el derecho a la parodia, pero la idea general sigue siendo válida).

O supongamos que usted tiene opiniones políticas que están prohibidas por algún gobierno. Podría ser demandado en ese país y la sentencia contra usted le sería aplicada allá donde viva.

No hace mucho, Yahoo fue demandada en Francia por tener enlaces en sus páginas a sitios de los EE.UU. que subastaban recuerdos nazis, algo que está permitido en EE.UU. Cuando un juzgado francés pidió a Yahoo Francia que bloquease dichos enlaces, Yahoo acudió a los tribunales estadounidenses para pedir que dictasen una sentencia en la que se reconociese que la decisión judicial francesa no podía aplicársele a la compañía matriz en los EE.UU.

Puede resultar sorprendente descubrir que los disidentes chinos en el exilio se personaron en la causa a favor de Yahoo. Sin embargo, ellos sabían lo que estaban haciendo pues su movimiento democrático depende del resultado.

Y es que el nazismo no es la única postura política cuya expresión está prohibida en algunos lugares. Criticar al gobierno chino también está prohibido (en China). Si una sentencia de un tribunal francés en contra de posturas nazis puede ser ejecutada en los EE.UU., o en su país, quizá una sentencia china contra posturas contrarias al gobierno chino podría ser ejecutada allí también. (Quizá por ello China se ha sumado a las negociaciones del tratado de La Haya). El gobierno chino puede adaptar fácilmente su legislación sobre censura para que el tratado de La Haya pueda aplicarse a dicha legislación. Basta con que conceda a individuos particulares (y a agencias gubernamentales) el derecho a demandar a publicaciones disidentes.

China no es el único país que prohibe criticar a su gobierno. En la fecha de publicación de este artículo, el gobierno de Victoria (Australia) está litigando para que se retire un libro titulado Victoria Police Corruption («Corrupción en la policía de Victoria»), argumentando que «difama a los tribunales». Este libro puede obtenerse fuera de Australia a través de Internet. Australia participa en el tratado de La Haya. Si el tratado se aplica a estos casos, una sentencia de un tribunal australiano que obligue a retirar el libro podría utilizarse para retirarlo de cualquier otro lugar.

Mientras tanto, las obras que critican el Islam están siendo cada vez más censuradas en Egipto, otro país que participa en el tratado de La Haya. Esta censura también podría mundializarse mediante el tratado de La Haya.

Los norteamericanos pueden ampararse en la Primera Enmienda de la Constitución para protegerse de las sentencias foráneas en contra de su libertad de expresión. El borrador del tratado permite que un tribunal desestime una sentencia de otro país si es «manifiestamente incompatible con sus principios legales». Este es un criterio apurado, por lo que no puede contar con que le proteja sólo porque su conducta sea legal allá donde esté. Es potestad del juez definir si le protege o no. Es poco probable que le sea de ayuda frente a interpretaciones foráneas amplias de la legislación sobre copyright, sobre marcas registradas o sobre patentes de software, aunque los tribunales estadounidenses podrían usarlo para rechazar por completo sentencias en las que se intente censurar.

Sin embargo, ni siquiera esta vía le sería de ayuda si publica en Internet, bien porque su proveedor de servicios de Internet (PSI) tenga activos en otros países, o porque se comunique con el resto del mundo mediante otros PSI mayores que los tengan. Podría aplicarse una sentencia en la que se censure su sitio, o cualquier otro tipo de sentencia, litigando contra su PSI, o contra el PSI de su PSI, en cualquier país en el que tengan activos, y en el que no haya una Carta de Derechos o la libertad de expresión no goce del mismo status privilegiado que tiene en los EE.UU. Como respuesta, su PSI cerrará tu sitio. El tratado de La Haya mundializaría los pretextos para querellarse en contra de alguien, pero no las protecciones de las libertades civiles, por lo que cualquier protección local podrá ser evitada.

¿Le parece que una demanda contra su PSI es poco probable? Ya está ocurriendo. Cuando la multinacional Danone anunció sus planes de cierre de factorías en Francia, Olivier Malnuit abrió un sitio, jeboycottedanone.com, para quejarse (el nombre significa «Yo boicoteo Danone» en francés). Danone no sólo le demandó a él, sino también a la compañía que hospedaba su sitio y a la que registró el nombre de dominio, por «falsificación de bienes», y en abril de 2001 se dictó una sentencia en la que se prohibía a Malnuit mencionar el nombre «Danone» en el nombre de dominio y en el texto del sitio. Lo que es más revelador aún, la empresa que registraba el nombre lo eliminó, temiendo ser condenada por el tribunal.

La respuesta natural de los disidentes franceses es publicar sus críticas a Danone fuera de Francia, al igual que hacen los disidentes chinos que publican sus críticas a China fuera de su país. Pero el tratado de La Haya permitiría a Danone atacarles en cualquier lugar. Quizá incluso este mismo artículo podría ser retirado utilizando su PSI, o el PSI de su PSI.

Los efectos potenciales del tratado no se limitan a las leyes que existen hoy día. Cuando 50 países sepan que las sentencias de sus tribunales podrían ser ejecutadas en Estados Unidos, Europa y Asia, sentirán la tentación de aprobar leyes sólo con ese propósito.

Supongamos, por ejemplo, que Microsoft quisiese poder aplicar derechos de autor a lenguajes y protocolos de comunicaciones. Podrían acudir a un país pequeño y pobre, y ofrecerles una inversión de 50 millones de dólares EE.UU. al año durante un período de 20 años a cambio de que el país apruebe una ley que diga que implementar un lenguaje o un protocolo de Microsoft supone una infracción del copyright. Seguramente pueden encontrar algún país que aceptase la oferta. Cuando alguien implementase un programa compatible, Microsoft podría demandarle en ese país y ganar. Cuando el juez emitiese la sentencia a su favor, prohibiendo la distribución de tu programa, los tribunales de su país aplicarían dicha sentencia, de acuerdo al tratado de La Haya.

¿Parece esto poco probable? En 2000, Cisco presionó a Liechtenstein, un pequeño país europeo, para que legalizase las patentes de software. Y el principal grupo de presión de IBM amenazó a muchos gobiernos europeos con la retirada de sus inversiones si no reconocían las patentes de software. En la misma época, el agregado comercial de los EE.UU. en Jordania (Oriente Medio) presionó hasta que se reconocieron las patentes matemáticas.

En una reunión de organizaciones de consumidores (http://www.tacd.org) recomendaron en mayo de 2001 que las patentes, los copyrights y las marcas registradas (la «propiedad intelectual») fuesen excluidas del ámbito del tratado de La Haya, porque esas leyes varían considerablemente de país a país.

Es una buena recomendación, pero sólo resuelve parte del problema. Las patentes y las extensiones extrañas a los derechos de autor son sólo dos de las muchas excusas que se utilizan para prohibir la publicación en ciertos países. Para resolver el problema completamente, deberían excluirse del ámbito de aplicación del tratado todos los casos relativos a la legalidad de la distribución o transmisión de información y sólo debería tener jurisdicción el país en el que opere el distribuidor o transmisor de la información.

En Europa, la gente que se opone a las patentes de software está trabajando para cambiar el tratado de La Haya. Para obtener más información, vea http://www.noepatents.org/hague. En los EE.UU., el Consumer Project for Technology está llevando el liderazgo en este ámbito: http://www.cptech.org/ecom/jurisdiction/hague.html.

Hoy (6 de junio de 2001) está previsto que comience una conferencia diplomática para tratar los detalles del tratado de La Haya. Debemos hacer que los políticos y el público en general sean conscientes cuanto antes de los posibles peligros.

Copyright 2001 Richard Stallman.
Está permitida la copia y la reproducción textual y completa de este artículo a través de cualquier medio, siempre que tanto el aviso de copyright como este aviso se mantengan.


Puede leer un borrador del tratado de La Haya aquí.

Hay más información sobre los problemas del tratado de La Haya en http://web.lemuria.org/DeCSS/hague.html.


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Copyright (C) 2001 Richard Stallman

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Traducción: Pedro de las Heras Quirós, Jesús M. González Barahona
Actualización: $Date: 2002/03/19 21:35:44 $ $Author: lmiguel $